Chau pa, buen viaje…
…te despido, te perdono, te acepto, te pido disculpas, y te agradezco por coincidir en esta vida…
Ese era un fragmento de los tantos párrafos de una carta de 3 hojas manuscritas, que le escribí a mi padre para despedirlo de alguna manera el día de ayer. Yo, como tantas personas que por viaje, negocio, estudio o migración, perdimos a alguien sin poder despedirlo y estar presente en su funeral, nos quedamos con esa extraña sensación de no poder cerrar esa pérdida.
Los funerales son eventos que cada uno toma de una forma diferente pero creo que no son ni más, ni menos que un momento para asimilar o llorar una pérdida, y no poder transitarlos es complicado. Nunca se asimila una pérdida, y hay algunas más trágicas que otras, pero de alguna manera necesitás hacer el duelo y quedarte sólo con los recuerdos que te hacen bien.
Mi padre falleció hace unos meses. Estaba recién llegado a España y a punto de viajar a Italia. Nos tocó atravesar la pérdida con 3 hermanos en un país distinto y uno solo presente en Argentina, que tuvo la pesada responsabilidad de todo, y de acompañar a mi padre hasta el último momento.
Cuando me enteré, fue como una noticia más, pero claramente no era una noticia más, pero costaba procesarla a lo lejos. Sumado a que la relación con mi padre, nunca fue la mejor del mundo, o la que hubiera preferido, o la que intento construir día a día con mi hijo.

Con el correr de los meses, esa pérdida me empezó a molestar y bloquear en muchas cosas y en una consulta profesional la psicóloga me dijo que tenía que hacer un duelo. Escribí una carta y la llevé al mar. El mar fue el lugar donde en una jornada de running puede descargar un poco algunas lágrimas saladas para maridarlas con el mar.
Anoche, pedaleé hasta el mar, dejé mi bicicleta clavada en la arena, caminé hasta que el agua llegara a mis rodillas y leí lo que había escrito. Intenté quemar la carta, porque el fuego, las cervezas y las palabras son cosas que siempre han estado presente en la familia, pero había mucho viento.
Le dije Chau pa! Buen viaje, levantando una Ipa hacia la luna. Chau es la forma en la que los Zelayas decimos salud. Y si hay algo que no puede faltar en mi familia es asados, cervezas y momentos extensos de anécdotas con mucho chimichurri.
Un pequeño ritual para sanar. Un momento de paz para calmar la turbulencia interior. Un chau bajo la luna para poder seguir adelante.
Las palabras son privadas, y nuestra charla bajo la luna también. Pero la experiencia la dejo acá, pública y abierta en una entrada de este blog, como una reflexión para todos los que no hay podido curar, sanar, despedir o hacer el duelo de la pérdida de un ser querido.
Chau pa! Gracias por coincidir en esta vida.